Recuerdo que cuando empecé a ejercer como profesora, hace ya más de veinte años y siempre en la enseñanza pública, no podía pensar en trabajar en otra cosa. Lo mío era sin duda vocacional, y sentía que mi labor era una de las más útiles y gratificantes que existían.
Percibía que se me respetaba, y no tanto por los alumn@s, que también, ante todo los profesores teníamos un prestigio social y hasta institucional que ahora hemos perdido. Justo ahora que la problemática en el alumnado y en la sociedad en general va en aumento, es cuando menos se nos apoya, cuando menos se reconoce nuestra importancia, en algunos casos hasta se nos ataca.
Personalmente creo que esto no beneficia en nada nuestro trabajo. Así sólo se conseguirá que pocas personas quieran dedicarse en un futuro, como ya ocurre en otros países, a esta preciosa profesión, que me sigue apasionando por otro lado.
Siempre estamos hablando de cómo motivar a nuestros alumn@s, le damos mil vueltas, ideamos actividades, pensamos en todas las posibilidades persiguiendo ese fin. Pero dadas las circunstancias también es lícito a veces pensar: " ¡qué caramba, que alguien me motive a mí!
Ana J.S.
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