"En una fiesta con 100 personas, algunos invitados se dan la mano y otros no, pero puedo estar seguro de que al menos dos han saludado al mismo número de gente. ¿Por qué?".
Mal empezamos. Cuando una está a punto de decir que es de letras, Adolfo Quirós, portavoz de la Real Sociedad Matemática Española (RSME) se adelanta: "Habría que erradicar esa frase". Le preocupa el anumerismo (el analfabetismo matemático), del que nos excusamos sin reparos: "En un restaurante a nadie le da apuro decir 'divide tú la cuenta'; pero nos cortaría mucho pedirle a alguien que nos leyese el menú".
Por ello la RSME (www.rsme.es), que se fundó en 1911, celebra su centenario haciendo hincapié en la divulgación. "Es el gran reto de las matemáticas", dice Quirós, que también dirige la revista trimestral La Gaceta de la RSME, que reciben los 1.700 socios de la Sociedad.
El anumerismo no es culpa de los de letras. "Las matemáticas son difíciles", admite el teórico, "y al enseñarlas, los matemáticos no deberíamos poner tanto énfasis en las cuentas como en las ideas". "Presionados por los programas nos concentramos en enseñar a sumar, y ello te quita tiempo para enseñar a pensar en cómo se suma".
Con ocasión del centenario se han organizado coloquios y congresos para profesionales del número, pero también actos para los legos. En CosmoCaixa Madrid se expone hasta junio RSME-Imaginary en la que se representan físicamente fórmulas algebraicas ("de esas que uno odiaba en el colegio"). "Lo que hacemos es relacionar en una pizarra interactiva el álgebra, la geometría y vida real", dice Quirós. Detrás de un limón, un donut (que los matemáticos llaman toro) o el estadio de Pekín hay una fórmula. "Las matemáticas están detrás de infinidad de cosas de la vida cotidiana", dice Quirós. Un móvil funciona gracias a códigos y criptografía; un escáner es capaz de generar la imagen de un cerebro gracias a algo que se llama transformada de Radon (no por radón el elemento, sino por Johann Radon, el matemático austriaco nacido en 1887).
"Las matemáticas van mucho más allá de hacer cuentas", dice Quirós, "aunque las cuentas también importan". Por ejemplo para quitar el "halo de misterio" que tienen los porcentajes en un titular de periódico: "Los periodistas tienden a aprovecharse de las matemáticas para convertir pequeñísimas fluctuaciones en llamativos titulares, como cuando comparan los muertos en carretera de un fin de semana de un año y el siguiente". El problema es que "la gente teme las matemáticas, pero también las respeta".
Para que los números no abrumen solo hay una fórmula: divulgación. Más allá del centenario, la RSME se vuelca en ella manteniendo el portal www.divulgamat.net, organizando mediáticas Olimpiadas Matemáticas o convocando concursos literarios de relatos matemáticos.
Cuando se fundó la RSME, "el nivel en España era muy bajo". "Apenas había matemáticos profesionales", indica Quirós, explicando que los dos primeros presidentes de la institución fueron ingenieros de caminos. "Al poco tiempo de empezar a editar la revista se dieron cuenta de que tenían que rebajar el nivel, porque ni siquiera los socios la entendían".
Hoy, las cosas han cambiado mucho: "Hay muy buenos investigadores jóvenes, aunque aún son pocos, y hay más chicas que chicos estudiando a nivel universitario". Lo mejor: "En matemáticas no hay apenas paro".
La especialidad de Quirós es de lo más abstracta: geometría algebraica. "Ya la estudiaban los griegos, pero solo ahora se le ha encontrado una aplicación práctica en criptografía", dice el teórico. ¿Entonces la estudiaban por entretenimiento? "No, como un ejercicio intelectual, por lo mismo que se estudia historia o latín", dice el profesor con paciencia. ¿Qué hay de los tópicos sobre los matemáticos? "No es cierto que vivamos ensimismados en nuestro mundo, pero sí que somos muy rígidos, nos preocupa mucho la precisión, no nos andamos con tonterías y, por ello, a veces podemos parecer algo pedantes", dice.
Por cierto, la solución al problema de los invitados que se saludan se encuentra en el principio del palomar (o de Dirichlet, que lo enunció). "Si tengo 25 palomares y 26 palomas, seguro que en un palomar hay más de una paloma", dice Quirós. Llevando el razonamiento a la fiesta: los invitados son palomas y sus saludos, palomares. Al ser un gesto recíproco, solo hay 99 saludos posibles para 100 invitados, con lo que dos se estrujarán en el mismo palomar numérico. Eso si no son de letras, y andan revoloteando a lo loco sin saber muy bien dónde meterse.
¡hasta más ver!
Ventura Pacheco
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